Los colores de la odontología - Dr. Daniel Cortes Medina

A lo largo de mas de 17 años de estar en este rubro tan lleno de matices, podría contar tantas anécdotas, se me vienen a la mente muchas experiencias de toda índole: buenas, malas, maravillosas, extrañas, etc. que de pronto con todo ese material podría escribir mas un libro, que un pequeño articulo tratando de exponer lo que ha sido esta carrera para mi con todas las perspectivas.

En fin, cuando eres muy joven y comienzas a ejercer como odontólogo general en un medio en el cual las oportunidades de éxito pueden ser muy limitadas si no tienes familia con la misma profesión, triunfar puede ser un tiro de suerte y debes abrir bien los ojos para que tus posibilidades aumenten para abrirte un sendero al inicio del camino profesional. En mi caso, fue un  doctor el que creyó en mí, tuvo fe y me impulso dándome la oportunidad de laborar en su clínica de especialidades, me dio libertad de ejercer como odontólogo general pudiendo desarrollarme durante algunos años de mi vida conociendo y aprendiendo de todo aquello que no te enseñan en la escuela y que el mencionado doctor me fue brindando: desde como hablar frente a un paciente, como expresar de la manera correcta y ética acerca de los tratamientos y diagnósticos con las personas que nos confían su salud bucal, a dar el corazón en cada una de las cosas que hacemos, que aunque no siempre seamos los mejores demos lo máximo de nosotros, que la honestidad en los diagnósticos es fundamental, que donde quiera que estemos nos sintamos tranquilos y orgullosos de lo que se hizo en cada tratamiento fue lo mejor dentro de nuestras capacidades, que cada fresazo sea como una pincelada de arte en cada preparación. A él lo considero como mi padre en la odontología, así como en muchos otros aspectos de la vida y que en la actualidad lo considero uno de mis mejores y más cercanos amigos. Por esta parte no me queda mas que darle gracias a ese gran señor Jesús M. Gucci Dávila.

Pero eso solo fue el comienzo de algo mas grande ya que los años deben de ser siempre bien valorados y aprovechados. Estuve en constante formación desde la maestría, la especialidad, diversos cursos donde las emociones siempre fueron como una montaña rusa de sentimientos con cosas buenas y malas, donde mi mente y mi corazón recuerdan a personas que llenaron de luz mi camino y de muchas otras tantas que opacaron o que oscurecieron momentos trascendentales y que aun así en estos momentos agradezco ya que se debe aprender de cada vivencia, no solo de las buenas sino en particular mas de las malas que son las que mas nos marcan y nos dan crecimiento.

En estos momentos de mi vida me siento agradecido con Dios porque me ha hecho coincidir con personas grandiosas que llenan plenamente mi vida: tengo un hijo maravilloso del cual estoy muy orgulloso, una pareja que me impulsa y me apoya en todo sin juzgarme dándome su confianza y amor, unos padres sabios que me acompañan en todo momento, colegas que confían en mi y me hacen sentir parte de una familia con su afecto.

Creo que el objetivo de venir a este mundo es trascender de alguna manera y esa oportunidad la encontré a través de la docencia, dejando un legado con mis conocimientos y experiencias a los alumnos con los que comparto tiempo clase a clase y que cierra de alguna forma muchos ciclos al poder devolver un poquito de lo mucho que me ha dado la vida y la odontología.

Puedo decir que la piedra angular de mi vida y la que me ha llevado hasta este punto de convergencia ha sido la odontología, mi hermosa profesión la cual actualmente me da felicidad, estabilidad y un mar lleno de posibilidades a futuro, esperando poder ejercerla durante muchos años tal y como lo he venido haciendo hasta ahora, encontrando más satisfacciones al ver sonreír a mis pacientes cuando los alivio de algún dolor, cuando los veo tranquilos al darse cuenta que no les dolió algún procedimiento que se realizó y que en este punto algunos pacientes ya hasta me tienen mi afectuoso apodo: “El Dr. manos de seda”.

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